martes, 16 de febrero de 2010

PIVOTEANDO (entre la ciudad y el campo)

Escribir es describir. No se puede describir lo que no se siente.

Debajo del tala las horas pasan ligeras, al ritmo del campo. En la ciudad en cambio, cada minuto cobra dimensiones escatológicas.

De golpe, ¡Zuuum! Una explosión onomatopéyica con sabor a albahaca y tomates secos desnuda una espada que corta el cielo: un halcón persigue una paloma en la quietud de las sierras cordobesas. Otro pájaro en su cuento grita su tristeza. Las plumas del desprevenido caen una a una, planean lentamente como una bandada suicida que sucumbe ante los designios de una vieja fábula…

Y yo mientras tanto ensayo formas absurdas de desentrañar lo inentendible. Con la mente en blanco y el corazón en verde voy intentando algo, destartalado, entorpecido, queriendo saber algo que a nadie le interesa; contemplando el sentir de la tierra que es tan visible; atrapado en el instante fugaz de la eternidad que me retiene colgado y detiene mi pluma escuchando el silbido de los pájaros; escupido por el capricho de una mosca que anhela la podredumbre de la ciudad más que a su propia vida.

En esa suerte vamos, pivoteando (entre la ciudad y el campo), derrochando penas y alegrías...


Robertango
Sierras de Córdoba,
Enero de 2010.