"...los fermentos nauseabundos de la basura estancada entorpecen mi pensar..."
En las calles de Liniers, Hermética.
Camina errante el vendedor de fruta empujando su carrito (tiene un gorro del Che Guevara)
- ¡A 2 mil la patilla! ¡A 2 mil la patilla!
- ¿A cómo?
- ¡Barato! ¡A 2 mil la patilla!
Alberto busca en la basura (si, la gente de la calle también tiene nombre), no sabe que va a encontrar, quizas un manguito, un cartón o un pedazo de aguacate. A su izquierda una vaca también busca algo con que alimentarse (si, en las calles de Barranquilla, ciudad "especial, industrial y portuaria", también hay vacas sueltas). Habría que pensar que pasaría si a Alberto se le ocurriera ordeñar esa vaca... (?). Probablemente moriría en la primera ingesta y al día siguiente la portada de "AJA ¿Y QUÉ? titularía: "Erda! tomó una leche de mierda y se murió".
Asi estamos. Perdiendo los días en las mugrientas esquinas de Barranquilla ("pues no me toca escapar"). En la 44 un hombre viejo, sucio y harapiento cobra peaje con un vasito de plástico pues montó una tabla sobre un charco que atraviesa la calle. La gente le colabora.
Por la noche Rosalba vende tinto a 200 en el Paseo Bolivar. Sabe delicioso, hecho con amor.
En el puente de la 30 los basuqueros se concentran a pedir monedas para darse otro pipazo. En el baldío de la 39 otros tantos se revuelcan, muy pocos los quieren mirar...
Solo transmito lo que observo, no es una invención de mi mente, no. Esto acontece cuando contemplo el presente en las calles de Barranquilla, herida abierta de nuestra América Latina.
Viernes 18 de Abril de 2008,
Hotel California,
Ciudad basuko.
